PUERTO MADRYN, CIUDAD Y NATURALEZA
Aguas turquesas, playas extensas, costanera pintoresca y tranquilidad de pueblo, todo eso tiene Puerto Madryn, la ciudad balnearia más famosa de la Patagonia. Y por una de esas cosas raras de la vida hasta allí llegamos invitados por la Secretaría de Turismo y Áreas Protegidas de Chubut porque por primera vez en mi vida había ganado un sorteo en la pasada Feria Internacional de Turismo (FIT).
En poco menos de dos horas de vuelo, Romina, Ona y yo, llegamos al bonito aeropuerto de la ciudad y un rato más tarde ya estábamos alojados en el Hotel Aguas Mansas a sólo 50 metros de la playa. Poco viaje y gran ubicación, el fin de semana empezaba de la mejor manera.


La ciudad debe su nombre a Love Jones Parry, Barón de Madryn (Gales), uno de los promotores de la colonización galesa en la Patagonia quien en 1862 navegó las costas patagónicas en busca del lugar indicado para instalar una colonia. Tres años después, a bordo del velero «Mimosa» llegaron los primeros 150 galeses a la región
Puerto Madryn es muchas cosas: una ciudad costera de bonitos balnearios, es la capital nacional del buceo, pero también es pueblo de calles tranquilas, veredas con perros echados al sol y bicicletas sin candados; y los domingos en su costanera se asiste al típico ritual del mirar y ser mirado con largas caravanas de autos y motos bien lavados para la ocasión.

Su costanera, bonita y cuidada, bien vale una larga caminata. Si se va hacia el sur, más allá del monumento al indio Tehuelche, comienza la típica costa acantilada de la región. Si se camina en el otro sentido, se llega al muelle que tiene bancos para disfrutar de las hermosas vistas de la bahía. Desde allí se puede observar patos pescando y, dicen los lugareños, un día de suerte se puede llegar a ver algún lobo marino merodeando entre los pescadores buscando alimento.
Hay mucho para hacer por estas latitudes. Desde disfrutar de sus playas o realizar actividades náuticas como kayak, windsurf o kite surf, hasta hacer buceo o el muy promocionado snorkel con lobos marinos. Alejándose un poco las posibilidades aumentan, se puede tomar el típico té galés en la bonita Gaiman, visitar la colonia de pingüinos en Punta Tombo o acercarse a la mágica Península Valdés.



Como el premio incluía una excursión tuvimos la suerte de volver a la península, uno de los lugares más lindos que haya visitado. Y hacerlo con la compañía de una guía nos agregó información que no hizo sino aumentar el disfrute.
Comenzamos con un avistaje de Ballena Franca Austral, en Puerto Pirámides. Fue un poco más difícil que el año pasado dado que estábamos sobre el final de la temporada pero tuvimos la suerte de que Ona viese, por primera vez, a esos gigantes del mar, ahí, cerquita. Como costaba encontrar cada ejemplar el guía tuvo tiempo para contarnos sobre la vida de estos animales. Nos explicó, por ejemplo, que cuando las hembras nadan panza arriba puede significar dos cosas: que está en pleno ritual de apareamiento en el cual uno o más machos luchan por darla vuelta para poder copular, o que le está negando más leche a su cachorro.

El recorrido incluyó también la visita a Caleta Valdés y a Punta Norte. Ya en el camino fuimos divisando desde la camioneta guanacos, choikes (ñandúes pequeños) y las escurridizas maras (liebres patagónicas). Mientras observábamos el impactante paisaje de la caleta, la guía nos contó que la existencia de una colonia de pingüinos tan al norte (sobre todo en la Estancia San Lorenzo) obedece al nicho ecológico (lugar y alimento) que quedó disponible luego de la caza indiscriminada de lobos marinos que tuvo lugar hasta mediados del siglo XX.
Una vez en Punta Norte, un par de simpáticos peludos (pequeños armadillos) nos vinieron a recibir en busca de comida fácil regalándonos situaciones simpáticas. Este extremo de la Península Valdés es el lugar indicado para observar elefantes marinos, enormes y poco agraciados, recostarse sobre la arena.

Estos animales se ven obligados a acercarse a la costa para realizar las tareas que no pueden resolver en el agua, éstas son aparearse, dar a luz y amamantar. No forman familias. Los machos adultos forman harenes en los que deben aparearse con todas las hembras y por los que pelean salvajemente con sus retadores que quedan marginados. Los cachorros solo están con la madre 21 días en los que son amamantados, luego de este período deben aprender a valerse por sí mismos. Entre las cosas que deben aprender está el cuidarse de sus grandes depredadores: las orcas. Éstas representan la otra especie que se puede avistar desde esta región cuando llegan a las playas para cazar a los pequeños elefantes en un evento único en el mundo denominado varamiento. No tuvimos suerte con estos cetáceos.
Lobos marinos, ballenas, pajaritos, patos, gaviotas, elefantes marinos, cormoranes, maras, choikes, guanacos, peludos, perros, muchos perros, jugando, corriendo, paseando con sus dueños, perros que te vienen a buscar para jugar, perros saltando en el agua. Calles tranquilas para caminar hasta cualquier hora, nenes jugando solos, bicicletas por todos lados. Muchos lugares para comer, para tomar algo y hasta un pequeño shopping. Todo esto te ofrece Madryn, infraestructura de ciudad, hábitos de pueblo, y naturaleza, mucha naturaleza.
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